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Sábados Literarios de Mercedes. ¿Y quién se comió al gato?

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Doña Remigia, nadaba en la abundancia, se podría decir que nació de afortunada cuna y creció al amparo de las muchas rentas heredadas. La vida, también le dejó ser tía de muchos sobrinos, con tiempo y en turno, había puesto secretamente a prueba a todos y cada uno de ellos y el resultado había sido inquietantemente sospechoso. Es fácil ser sobrino de tía adinerada, sólo tienes que fingir y esperar, pero la “Doña” era mas lista que todo el colectivo familiar unido. Los recelos aumentaron con la presencia de “Cat” un mayordomo cincuentón, que se hizo cargo de los cuidados de la venerable sexagenaria. Cat, se incorporó al servicio, por prescripción facultativa (yo, diría mejor, por exigencias del guión) y su compañía fue positivamente valorada por Doña Remigia, aquel mocetón normando, apareció caído del cielo en la residencia parisina de la anciana, su franqueza, su fidelidad, sus movimientos seguros y felinos, su inalterable condición física para acompañar sin límites y su temple y auto

...Una de Tapas

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Cuenta la leyenda que Alfonso X “El Sabio” obligado por una dolencia a consumir pequeños bocados entre horas, hizo de esta necesidad una práctica obligada entre comidas. Aunque parece más cierta, aquella otra que la sitúa en la Edad Media y consistía en proteger de los insectos los vasos y jarras de vino con rodajas de pan o embutido y al final la gente se comía la “tapa”. Una tercera (y aquí lo dejamos estar) coloca a un descendiente del Rey Sabio, a Alfonso XIII , en el Ventorrillo del Chato en Cádiz delante de una copa de jerez, en el momento que una corriente de aire amenaza con llenarla de arena de la playa, el camarero corrió a tapar el catavinos con una loncha de jamón, disculpándose y explicando que “tapaba” el vino para que este no se estropease con la arena, el Monarca disfrutó con la idea y pidió repetir, con la “tapa” puesta. En definitiva de lo que se trata es de engañar el hambre hasta la hora de la comida principal. La oferta de Tapas es muy extensa y variada, des

Sábados de Mercedes. ¡Bragas, cuatro euros!

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La curva después de pasar la Gasolinera, siempre le sorprendía, no se acostumbraba a reducir la velocidad, la visibilidad era buena, sin embargo el peralte, por una extraña razón inclinaba el asfalto en contra de los confiados automovilistas. No le gustaba conducir, pero ahora no tenía elección, solía hacerlo de madrugada, amaneciendo y además tenía que recordar cual era el destino en ese sábado de Diciembre, cada día un mercado diferente, en un pueblo diferente, pero el mismo tipo de gente de siempre. Cristina Papiri, era bonaerense, vino a Valencia de joven y enamoró a Pepe, el batería de un grupo de Rock llamado Los Escorpiones. Estos viajes no tenían nada que ver con aquellos de los conciertos por la Comunidad Valenciana, después de un largo pero cómodo viaje hasta el pueblo de turno, descansaba en primera fila o en una mesa cerca del escenario tomando alguna copa, mientras el Sr. Belmonte aporreaba las baquetas al mas puro estilo Ringo Star, sobre la tersa piel de los tambores de