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Este Jueves, Relato. Las Redes Sociales (Revisión)

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El Sol entraba en su habitación dibujando los vacíos secuenciales de la persiana que, entreabierta, se obstinaba en asumir un rol que no le correspondía. Aleph dejó de prestar atención a esa sombra de claroscuros y con un leve giro de cabeza, intentó concentrar la atención en el fondo de su pantalla. Este acto inconsciente, el de desconectar de lo cotidiano y conectarse a una realidad virtual, fue un reflejo mecánico ausente de memoria, casi como un atardecer, un momento de paso, sin dolor, sin felicidad, con total ausencia de datos. Abducido por la pantalla, Aleph, imaginó una historia de ficción, sin nombres, ni apellidos, una emoción nacida y ubicada en este sistema de comunicación tan sofisticado que es la Red de Redes y en la que uno es un Dios, un animal, un dibujo animado, un ojo escondido en un fondo de pantalla o simplemente una silueta gris sobre fondo gris. Y así, en este estado catatónico, le habló a la pantalla: “Mi nombre es I.P. 134.32.106.42”. Las máquinas

El cuarto caballo, es Blanco

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Si ella, no recuerda esta historia es normal, está muerta. No muerta de vivir, sino muerta de ser. La última vez que miró a Luis le dijo: -no te preocupes, me tomé el antabus-, a lo que él respondió: -Eso, no es la solución, tan sólo es una herramienta más-. Pero Paula, en un engañoso alarde de autosuficiencia, murmuró entre blasfemias, que aquello estaba controlado. El pegajoso verano, con sus lentos y bochornosos días, la obligó a modificar sus pautas de comportamiento. El día pasó a ser un largo sesteo, dedicado exclusivamente al descanso de un maltrecho cuerpo y a imaginar estímulos para un alma que cada vez le pertenecía menos. La noche, la convirtió en un peligroso espectáculo. Bastardos de todo tipo, se daban cita en oscuros antros en medio de una vorágine de sexo, drogas y alcohol. De madrugada, descompuesta, regresaba a casa sin intención alguna, simplemente arrastrada por una inercia intuitiva que la ponía en su cama sin que recordase detalles del camino recorrido. Aquella n

Dalai Lama. Hymn nº3

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Tenzin Gyatso, XIV Dalai Lama, esperaba audiencia con el papa Juan Pablo II, mientras el fotógrafo agotaba su tiempo para el reportaje, éste, angustiado se lo hizo notar.  La respuesta del Dalai fue firme y humilde: "Ahora estoy con Ud. Cuando termine de atenderle, iré a ver al Papa y le pediré disculpas". En 1.989 recibió el Premio Nobel de la Paz.   Taktser, El Tibet, 1935