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Jacques Costeau. Hymn nº. 13 (y último)

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Oficial de la Marina, oceonógrafo, inventor, cineasta, académico, realizador de cientos de documentales sobre la fauna y la flora marítima, ecologista celebérrimo y uno de los hombres más famosos de Francia. Nadie ha hecho tanto por los océanos. El fotógrafo tuvo que perseguirle durante años para que posara unos minutos.  Es huraño, avaro y autoritario, pero al mar no le importan esas minucias. Saint-André de Cubzac, Francia, 1910 - París, 1997.

Admirable Japón

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Destaco este texto del crítico Carlos Boyero, entre la mucha basura de este fin de semana. "En Japón, el otro foco de las casi siempre horrorosas noticias del mundo, abundan las imágenes admirables, el temple y la civilización de una forma de ser que los occidentales consideramos enigmática. Los que tienen que convivir con el pánico no han perdido los modales. No hay pillajes ni atropellos. Desechan la ley selvática del sálvese quien pueda, la dignidad es transparente, la gente decide por voluntad propia y responsabilidad cívica dejar Tokio a oscuras para ahorrar energía. Una anciana confiesa sin ostentación que lo ha perdido todo en el tsunami, pero añade con sonrisa sabia que, al menos, ha conseguido traerse a sí misma. Es conmovedor. También alentador". Carlos Boyero, para El País

Este jueves, relato. El Concierto

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Conocí a Lluís Llach en un concierto en La Sociedad Coral El Micalet de Valencia, eran tiempos de “Madame” y “La Gallineta”, y se acababa de editar su tercer disco “I si canto trist”. En a quel primer concierto, descubrí un artista completo, sus textos eran frescos y valientes, expresados con unos registros líricos desgarradores, inusuales para un cantautor “Pop”. Textos que evidenciaban mensajes de fuerte compromiso social, y a la vez tiernos y poéticos sobre los que se construían las más bellas canciones de amor por las personas y por la naturaleza. Asistí hace unos años a su último concierto en el Auditorium de Castellón y fue entonces, en su despedida, cuando sentí que empezaba a contabilizar emociones que serían irrecuperables y me sentí mayor. Entre uno y otro han habido muchos más, pero recuerdo especialmente aquella noche de verano, en el Teatro Romano de Sagunto. Era una noche parcialmente nublada, y las estrellas se dibujaban veladamente en un cielo gris oscuro,