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Este jueves, relato: "Robos"

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           “Robar o no robar…” He ahí la cuestión.      En la madurez, la pasión revive con las mismas dudas con las que ya temblábamos en la juventud.      El corazón está ahí, al alcance de la mano, sólo hay que alargarla y robarlo.  Parece frívolo y lo es; esa pasión por lo ajeno es nuestra aliada, pero también es un sentimiento muy tramposo.      Al primer corazón robado, le acompaña una virginidad que justifica la exaltación, y a esta virginidad rota (porque se rompe), ya saturada se la adereza con nuevas joyas por sustraer. Y de nuevo es el robo de otros corazones el reto de nuestra incontrolada actividad.  Es un juego de muchos, de unos contra otros; por lo que no estamos exentos de padecer el despiadado robo del nuestro, por descuideros ladrones de voluntades.      En la madurez, la pasión ha girado sobre sí misma y resucita de nuevo. Aquel gesto multicolor es ahora una paleta de vivos grises, y sin embargo sigue siendo pasión. Han pasado años y el robo tiene

Palabras 34 y 35 de 52: "Mundo" "Lluvia"

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Llueven ranas y el Mundo se anega. La Iglesia asegura que es castigo de Dios y el pueblo pide perdón.  Se inundan las conciencias, pero ya es demasiado tarde.  Solo se salva La Curia y La Casta escondidos en el interior de un lujoso y enorme preservativo. ¡Aleluya, Aleluya!  Demos gracias al Señor. Siguiendo una idea de Sindel

Los domingos... Limpieza General. "Se Alquila" (Aireando viejos relatos)

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     El cartel anunciaba la disponibilidad de la vivienda junto a un teléfono de contacto.      Estaba yo, recién llegado a la Ciudad y mis días en la Pensión no tenían ningún futuro, necesitaba una casa con aspecto de Casa, con prestaciones de Casa, con un Baño para compartir con quien yo quisiera, con varias habitaciones o al menos una, en la que recrearme hasta tarde, sin que nadie me llamase a la puerta invitándome a bailar al ritmo de una aspiradora. Pero sobre todo, con una Sala donde elegir mis tiempos, mi distancia y mi compañía.      Intuía que esa nueva casa había algo escondido entre aquellas paredes, había percibido un aura luminosa, que sin saber que era, me había seducido al momento. Una vez instalado, descubrí que aquella ilusión consumada, era la luz del Sol que entraba sin pedir permiso por aquella ventana casi desnuda, con tan sólo un camisón de gasa gris plata. Deseé conocer la visión maravillosa, que aquel agujero rectangular me brindaría del mundo exterior