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¡Ya es navidad!

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El frío, en España. El calor, en el Sur. La lotería del "Gordo". El anuncio de Freixenet. El cordero de la comida del 25. Los villancicos. La carta a los Reyes. Los amigos , más amigos que nunca. La familia, más familia que nunca. El "Vuelve a casa por Navidad". Los turrones. El cava. El excelente vídeo de Vivian y la fantástica Postal de Mónica... ¡YA ES NAVIDAD!                            

Palabra 50 de 53: Pasión

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           Un deseo largamente anhelado a tan sólo una carrera de taxi.      –¡Avd. del Mar, 33!      –¿Hotel Malvarrosa? -adivinó el conductor.      –¡Sí! –contestó ausente John.       Ella lo tenía a dos paradas de bus, pero prefirió andar. El paseo junto al Mediterráneo, distraería su conciencia.      Acordaron coincidir en el hall del hotel a una hora determinada, pero en el supuesto –más que probable– de que uno de los dos llegase primero formalizaría la reserva y esperaría en el bar. Mary llegó antes, sin embargo, nada más reservar, prefirió subir a la habitación para ordenar sus cabellos y reforzar el rojo carmín de sus labios, darse una última mirada en el espejo y buscar rápidamente el ascensor de bajada. En la luna del camarín se vio perfecta, gesticuló gustándose. Acarició, llevando al sitio, los rizos de su media melena, negra y brillante como sus labios rojos recién pintados. Él ya estaba allí, esperando.      Con una cantidad exacta de rubor y deseo subi

Este jueves, relato: Sírvase usted mismo.

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      "La verborrágica incontinencia de los necios".      Soy un necio. ¡Sí, un necio! Uno de esos que aparentan, retóricos y trascendentes, que su verborrea sienta cátedra. Que presumen sacando pecho, que no cabeza, al tiempo que esconden la barriga para ocultar esos tres kilos (en realidad son seis), que tanto le avergüenzan. Ese que se peina volcando su insuficiente melena hacia un lado para vestir una irremediable y fatal calvicie, sin asumir que es la que hay y no hay otra.      Sí, soy un necio. Lo digo yo, que me conozco como nadie. Soy un dibujo a lápiz que corrijo sobre la marcha, con más voluntad que solvencia. Que cuando vienen mal dadas y depende sólo de mí, me abandono en la más absoluta soledad llorando a moco tendido. Que empiezo el periódico por el final, leyendo sólo los grandes titulares, presumiendo de haberlo leído en su totalidad.      Sí, soy el necio que para escribir un relato, a falta de conocimientos e imaginación, pone la mesa patas pa