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Halloween en Irán

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«Me acuso de ser mujer y al parecer, por el hecho de serlo, peco reiteratívamente. Ahora, esperando el final pienso en lo cara que es la vida». Así se confesaba Zhara a un dios desconocido en cuyo nombre iba a sufrir la más cruel de las penitencias. No importaba el pecado, que en ningún caso lo era..., salvo el de ser mujer. La primera piedra le alcanzó de lleno en la clavícula, el cuello de la escápula se partió por la mitad, justo en el sitio en el que de niña apoyaba los sacos de grano que llevaba a casa. La segunda abrió una brecha en su frente, dibujando un hilo de sangre y un río de dolor, se tambaleó y cayó de rodillas. Una con arista viva le golpeó el pecho cortándolo en diagonal, justo por donde hacía unos meses brotaba la leche que detenía el desesperado llanto de su recién nacido. Ahora la leche era roja. No ubicaba los dolores, su sonrosada piel se llenaba de cercos morados con manchas rubíes. Un golpe agudo en el pie la despertó de su abandono, los dedos

Este jueves, relato: ¿Qué hace esto aquí?

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«Cuando sea mayor quiero ser tenor. Orondo, con la barba recortada y sobreactuando con torpeza premeditada en el teatro de mi pueblo». En eso pensaba Liborio cuando, soñando despierto en medio de su rebaño de ovejas, se posó un extraño objeto volador del tamaño de una cabina de teléfonos con dos focos deslumbrantes. Una vez el O.V.N.I. quedó en silencio, bajó de él un bicho de dos patas. Metálico. Con lucecitas. En un abrir y cerrar de ojos, el bicho lo abdujo llevándolo al portamaletas de aquel artilugio volador. Elevarse y desplazarse en paralelo fue todo uno. Aterrizar en el Teatro Real y escupirlo en el suelo del escenario, todo dos. « Una furtiva lágrima » salió de su garganta. Su voz, limpia, irrumpió vomitando agudos impensables, entonaciones grandiosas, como hacía tiempo no se escuchaba en esa catedral de la lírica.  Sólo las ovejas supieron, en primera persona, de aquel sueño de Liborio hecho realidad. ¿Quién puso allí ese artefacto volador? Más cosa fue

Este jueves, relato: Hospitales

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Los blogs son como la bitácora de a bordo en la que, a veces, cuentas todo lo acontecido en este barco que es tu vida y de la que uno es capitán y grumete al mismo tiempo. Al menos esa fue la intención inicial. Pero este diario de plasmar en «intimidad» lo cotidiano, al final, se convierte en una arbitraria aportación de mensajes, reivindicaciones, informaciones de carácter general, relatos de ficción y algún que otro cuento en el que nos dibujamos de espalda para disimular, cuando no para engañar. Hoy siento la necesidad, o al menos el gusto, de contar una experiencia que me ha dejado totalmente descolocado. Esta tarde he estado en Urgencias, en el Hospital La Fe de Valencia. No, en el nuevo  no, en el viejo, el de siempre. Ese en el que acudíamos muy a pesar nuestro acompañando a alguno de nuestros hijos con una brecha en la cabeza o siendo acompañados por alguno de ellos, porque se nos había disparado la tensión. Ese en el que dábamos mil vueltas para aparcar el coche y q

Este jueves, relato: Septiembre

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         Si septiembre no existiera, aunque duela, habría que inventarlo. Esa fue la conclusión a la que llegó Estanislao cuando a mitad de mes, o sea el día quince, hizo un repaso de esos primeros días. De entrada, en ese mes, él no cumplía años; sí en cambio era su santo, pero, y qué más daba, de todos era sabido que en su familia las onomásticas no se celebran. Un septiembre esperanzador encontró a Poker, un perro callejero que le fue fiel durante diez años y este septiembre, traicionero él (el mes, no el perro), lo perdió para siempre. Su fortuna, esa que todavía no tenía y con la que soñaba cada día le fue esquiva; hasta este mes, septiembre ingrato y desleal, bailaba al son de la Bono Loto: en los días impares, caprichósamente, acertaba sólo el reintegro, que invertía en los días pares en los que inexplicablemente nunca salía su número, con lo cual a final de mes, tenía el mismo euro, solo uno, suficiente para seguir jugando. Pero en septiembre no acertaba ningún día, ni l

Este jueves, relato: «Adivina, adivinanza». Participantes.

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Este jueves juegan conmigo: Ca R m e n AN d ú ja R L eo N O r C ha r o C o R té s M on t SE S a la M A G P a B l O M o lí d e l C an Y er J ua n Ca r lo s P e P E D em i u r GO M a Ma C e Ci T ra c Y D iv a DE N o ch e

Este jueves, relato: Concurso y Adivina, adivinanza

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El tema para este jueves es: «Adivina, adivinanza» Se trata de escribir sobre un lugar, ciudad, monumento, etc. dando suficientes pistas y sin descubrir el lugar. Los lectores utilizaremos las pistas para intentar adivinar de qué lugar se trata, dejando nuestra respuesta en «comentarios». Después de haber entregado todos los libros comprometidos de «Este jueves, relato II», han sobrado 10 ejemplares que vamos a entregar entre los jueveros que lo deseen.  Para esto he añadido en el título el apartado «Concurso» que consiste en lo siguiente: Adelantaré mi relato en esta misma convocatoria a modo de ejemplo, de forma que después de leerlo y adivinar de que lugar se trata me mandéis un correo  (alfredocot@gmail.com)  con la solución. Las cinco primeras respuestas acertadas que mandéis recibirán  dos ejemplares sin cargo alguno en su domicilio, indistintamente de donde sea. Recordar: 1.- Solamente las cinco primeras respuestas acertadas de mi relato serán las premiadas

Este jueves, relato: Jueves olímpico

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Bolt se mantiene erguido, apoya la planta de sus Nike en la superficie porosa marcando sobre la arena rojiza la evidencia en la búsqueda de una mejor posición. Hunde la punta de su zapatilla para lanzarse en el primer salto. Espera concentrado el disparo que anuncia la salida. Su cuerpo proyecta a través de su sombra, ligeros y oscilantes movimientos hasta encajar ambas figuras en un todo absolutamente controlado. Su sombra y él son uno, juntos, a volar hacia la gloria. Pauta su respiración hasta memorizar los latidos. Siente el ritmo de sus pulsaciones y sueña; es lo único que reclama su atención: 135, 140, 145... golpean secuencialmente en el fondo de su pecho. Su habitual silueta, se desvirtuaba perfilando en su perímetro corporal las alteraciones propias de un tono muscular en alerta, especialmente los gemelos que presionaban sobre su piel en un intento de escapar hacia adelante. Un sudor helado le corre por la frente cuando ve por el rabillo del ojo, levantar el

Este jueves, relato: Miedos infantiles.

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Está arriba del armario. Se asoma detrás de una vieja maleta de esas de cartón-tela con rayas marrones.  Es grande, feo, gris, oscuro..., muy oscuro. Se confunde con la negrura de la noche y su sombra se pasea acompañando el reflejo que, cada vez que pasa un coche por la calle, su destello ilumina la pared frontal. Tiene que ser malo, con esa pinta y escondido, no augura nada bueno. Desaparece cuando enciendo la luz, obvio, no quiere delatarse. Eso me obliga a dormir, cada noche y desde niño, con la luz encendida. Sigue allí en lo alto, escondido tras la maleta. Lo adivino, lo intuyo. A oscuras, situación que trato de evitar a toda costa, huele a rancio, a viejo, a podrido. Hoy con 68 años sigo durmiendo con la luz encendida, porque cuando la apago su sombra sale de detrás de la vieja maleta y su olor es insoportable. Más de miedos infantiles en el Blog de Charo

Este jueves, relato: Génesis de un personaje.

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Richard no había nacido. No había nacido, para figurar en el cuadro de honor con el que la Academia de Sabios Mundial, premia la labor de los pensadores más influyentes del siglo. Richard era tan sólo una sombra de sí mismo. Un proyecto inacabado. Una promesa en ciernes. Un cuerpo perdido en su mediocridad más próxima. Un alma sin mancha, dispuesta, sin quererlo, a enturbiarse con la primera basura que se le cruzase por ese recién iniciado camino. Nunca era el momento para modelar su génesis. Y así fueron pasando los años. Gris, impersonal, intranscendente, desapercibido, irrelevante, oscuro hasta no existir.                Richard no había nacido para los demás. Su historia estaba por escribir. Yo la conocía y su segunda parte, la de su vida con luz, que en este caso sí sería extraordinaria, estaba llena de títulos, méritos, reconocimientos, glorias… todo un prócer de referencia. Yo venía del futuro y conocía esa segunda parte. Envidiable. Codiciada. Excitante. Pero sólo y

Este jueves, relato: Renata la besadora.

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Este es el tema, algo retocado, que el azar me brindó para mi participación en el relato «in situ» en el pasado encuentro en Vilafamés.  Me puse a temblar como un niño. Aún recordaba lo que se decía de Renata: seducía, embrujaba, hechizaba… y todo eso con tan sólo un beso. Dejaba tras de sí ejércitos de idiotas lastimados por su magia. Ilusos que renunciaban a su mediocre vida para suicidarse con una aventura tan apasionante como imposible.  Llegó el día e impulsado por una decisión, cuyos resultados desconocía, compré un beso. El peso del pecado generó incertidumbre. Me preguntaba a cada segundo… ¿La besaré? Ese beso era mi primer beso y no lo podía ni quería perder. No me asustó la seducción, el embrujo o el hechizo, ni siquiera los miles de besos diferentes que daría a partir de ese beso. Esperé mi turno y cuando llegó el momento… ¡La besé! O tal vez, casi seguro, me besó ella. Un beso agridulce con el que vi el cielo y el infierno a la vez. Fue ese pecado leve que s