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Este jueves, relato: Bestseller

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Es posible que no sea mala idea escribir un mal texto. Cuando en el terreno de lo formal o literariamente correcto se producen tantas reacciones contradictorias e imprevisibles, los efectos secundarios de todo signo no dejan de ser daños colaterales de fácil asumción. Romper con lo académicamente correcto, sabiendo lo que es académicamente correcto no es una mala praxis. Abanderar lo irrespetuoso, descarado o alternativo. Pensar al revés, andar de espaldas, bajar hacia arriba, todo puede resultar si se hace con el corazón despierto. Algunos gusanos, de seda precisamente, acaban siendo mariposas espectacularmente bellas. Escribamos pues un mal texto, que él solo mutará en un inesperado Bestseller  —Si es eso lo que interesa, que creo que no—. Eso sí, sea como sea, que hable de nosotros. Porque nosotros somos la vida . La nuestra que está contada en cada una de las páginas de nuestra historia. Una guía de andar por casa, pero que nos pertenece y en la que sí somos todos

In Memoriam. Miguel Hernández

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El mar que soñé. (*) El mar no cabe en mis ojos.  Envidio a los animales que miran y ven todo lo que les rodea .  Como los caballos.  Como mis cabras. No quiero perderme nada. P rimero, intenso a la derecha, luego, profundo al frente y a continuación, vital a la izquierda. Agua hasta donde alcanza la vista. Vista hasta donde alcanza la vida. Vida hasta donde alcanza la imaginación. E sta primera vez, es mi primera para esos azules, esos verdes, esos grises, esos violetas, incluso esos blancos y negros. Me vuelvo y beso a Josefina. Ella es como el mar, luminosa, cristalina y del color de todos los azules. Musa. Amiga. Amante. Madre. Mañana, junto a ella, de nuevo volveré a los pastos, a la yerba y a la leche y a la nana de la cebolla, que no es nana de comer.  Con el mar a mis espaldas, lejos quedará esta ligera brisa que acaricia mi cara. Viento del pueblo. En mi recuerdo siempre el mar. Paralelo. Convergente. Divergente.  De olas, interminables, cansinas, secuenc

Este jueves, relato: Círculo vicioso.

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Mi círculo no es solo un círculo. Es un círculo con dos líneas rectas que se mueven aunque yo no las vea moverse. Dos líneas diferentes, no solo de longitud, que también. Una, la más larga, corre más. La otra, la menos larga, menos. La larga es más fina y estilizada y, si no fuera porque no la veo moverse, diría que es más ligera. La corta, gordita y mofletuda, afirmaría que, si no fuera porque no la veo moverse, es más lenta. Solo se mueven cuando no las miro, si lo hago quedan quietas, paralizadas, avergonzándose de que su movimiento las delate y el que las mira, que soy yo, descubra su dirección. ¿Hacia la derecha? ¿Hacia la izquierda? ¿Para arriba? ¿Para abajo? Mi círculo no es que sea mudo, que lo parece. Habla todo el rato con un s ecuencial , obstinado, incesante y continuo: «Tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-tac, ti